domingo, 5 de junio de 2011

CAPÍTULO 34: QUERIDO JAMIE

Ya estaba todo preparado pare el comienzo del rodaje. El escenario estaba reservado; el guión, recién sacado del horno; y los actores, cuidadosamente escogidos.
 
Lars había insistido mucho en que el papel protagonista debía mezclar fuerza y debilidad, valentía y ternura. Era complicado encontrar a un muchacho que lograse fusionar esas características en un único personaje. 



La semana en que se realizaron las audiciones, a nuestro protagonista le embargó una sorprendente decepción al comprobar que ninguno de los actores inscritos transmitía las sensaciones que, con tanto esfuerzo, había descrito en el libreto. 

El último día, entre el agotamiento y la desilusión, Lars decidió no salir de casa. El sofá era el único lugar en el que se encontraba cómodo. Con la certeza del inminente bombardeo de sandeces que estaba a punto de producirse, encendió la televisión. Después de unos minutos en los que llegó a plantearse dónde se encontraba el límite de la estupidez humana, el danés se alegró de encontrar un espacio en el que disfrutar de cine. Esa noche se emitía Billy Elliot. Aunque nunca le había llamado especialmente la atención, esa noche sintió cierta atracción por la película de Stephen Daldry (sin olvidar que la oferta televisiva no era mucho mejor).

De un modo hipnótico, Lars se rindió ante aquella pequeña crítica social que denunciaba, no sólo la situación de los trabajadores británicos en los 50, sino la injusticia que sufren aquellos que luchan por hacer aquello que les apasiona. Pero si había algo que podía destacar de aquel filme era la soberbia interpretación del joven protagonista. En la trama, podía observarse la evolución de Billy (el genial y novel Jamie Bell), cuya sensibilidad es eclipsada por la brusquedad (patente en sus facciones) y por la rabia, a pesar de que, finalmente, la pasión se impone ante cualquier emoción.

Sin saberlo, Thomas y él ya habían encontrado a su personaje principal…

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