domingo, 27 de febrero de 2011

CAPÍTULO 7: EL PRINCIPIO DEL COMIENZO

Una lluvia de excelentes críticas empaparon a Lars después de presentar "El Elemento del Crimen". No podía creer todo lo que le estaba pasando.

Hubo quien destacó la estética, que producía una profunda "angustia al espectador", ya que sólo aparecían ambientes oscuros, como si " todo estuviese sucio, como si sus personajes obviaran la incomodidad que eso produce y se cerrasen a los hechos". De hecho, "a ningún personaje parece impresionarle el desorden", y menos al protagonista, "Fisher".

También se dijo que había mucha "influencia alemana" en el filme, y en cuanto a las referencias cinéfilas, algunos citaron  "El Tercer Hombre", "La Jungla de Asfalto" o "Sed de Mal", aunque el propio Lars afirmó que ninguna sirvió para la realización de la película.

Pero la alegría de Lars se vio mermada, en cierto modo, por algunas duras críticas hacia su guión. Hubo quien señaló que abundaban los "diálogos incoherentes", al igual que "las ambigüedades formales, temporales y causales". A esto hay que añadirle los que opinaban que las "numerosas metáforas y simbolismos, llevaban a lo poético", y por tanto, restaban solidez al conjunto.

Sea como fuere, lo más importante no era que utilizara un plano contrapuesto, o que la fotografía fuera excelente; sino que suponía una gran aportación a su obra futura. Con este filme, Lars decidió empezar una trilogía acerca del continente en el que vivía, dando un enfoque innovador, arriesgado, suicida; pero con el que se ganaría un hueco entre los grandes cineastas de su generación. Y, aunque ni se lo imaginase, de la Historia.

CAPÍTULO 6: POLICÍAS


Mucho antes de que todo su mundo se viera trastocado (tras la aparición del Manifiesto y los rodajes impregnados por sus normas), Lars había creado un universo único y complejo, raro a la vez que fascinante, con otra de sus obras.
Era octubre, e imperaba un frío desgarrador, como si la ciudad se encontrara sumergida en el más duro invierno polar. El peor de aquel 1984, anunciaban los medios. Lars estaba en casa, y no tenía ninguna pretensión de salir al exterior. Terminado “El Anticristo”, y sin nada que pudiera ver en vídeo, decidió encender la televisión. Sabía que no encontraría nada que mereciese un segundo de su tiempo, pero necesitaba despejar la mente.
Programas culinarios, informativos indigestos que se repetían hasta la saciedad, insustanciales películas sobre policías que resolvían casos imposibles… La verdad era que no le sorprendía, pues sus expectativas no sobrepasaban la línea de la mediocridad. Se decantó, empero, por la última opción. Ver a “astutos” detectives investigando estupideces le relajaba.
Al cabo de un rato, algo le sobresaltó. Una chispa, algo se encendió. ¿Y si escribía sobre eso? Es decir, plasmar la historia de un policía que trata de llegar al final de un caso difícil. Podía ser un reto, pero le fascinaba la idea. Podría darle un nuevo enfoque a esas aburridas y archiconocidas tramas.
Días después, ya tenía el argumento: Giraría en torno a un detective retirado que se involucra en un caso de asesinato sin resolver, cuyo expediente se encontraría en casa de alguien a quien el protagonista admira. Sin embargo, esa persona intentaría convencerle de que el desaparecido está muerto. La premisa, en principio algo tópica, cobraría interés conforme se desarrollaba la historia, pues incluiría personajes más elaborados; acompañado de un guión sólido, que transmitiese inquietud, asfixia.
Aunque, sin duda, aquello por lo que sobresaldría sería la forma de narrar, de introducir al espectador en una Europa oscura, violenta; efecto logrado gracias a planos en color sepia, junto con otros más oscuros, con la que se obtendría esa visión apocalíptica que Lars pretendía mostrar.
También recurriría a numerosos planos cenitales, que dotarían a los personajes de un mayor peso dramático en el desarrollo; o a la inserción de efectos de sala para, así, conseguir mayor dramatismo. Otra técnica con la que conseguiría impregnar al filme de belleza  (y la aclamación de la crítica) serían los cortes entre planos “basados en elecciones sesudas y originales, como el coche de juguete pasa a ser el coche del policía, o el fuego de la foto pasa a ser el de la cacerola”.
Resultaba curioso, pues ésa película, que lograba transmitir un desasosiego y desequilibrio absoluto, mezclado con tintes políticos y crítica social; no era más que el primer largometraje de nuestro protagonista. Sí, ya con este film, Lars apuntaba a lo más alto, tanto estética como narrativamente hablando.

lunes, 21 de febrero de 2011

CAPÍTULO 5: IDIOTEZ (2ª parte)

Mucho antes de publicar aquel manuscrito maldito, Lars ya había imaginado una historia que poder contar siguiendo sus propios criterios. Lo curioso es que, sin conocer el desarrollo de esa trama, ya sabía qué final le daría y, sobre todo, quién lo llevaría a cabo.


Es cierto que la mayoría de los personajes que se insertaron después eran varones; sin embargo, el pilar de la historia lo sostendría una mujer. La acción tendría lugar gracias a ella, el resto de actores tendrían que girar en torno a sus decisiones. ¿Existía alguna explicación para que Lars tomara tal determinación? Puede. El desprecio que le mostró su padre meses anteriores, acompañado de la muerte de su madre, fueron dos acontecimientos que le servirían de lección para comprender que la existencia es algo sobrevalorado, a la que no le molesta desgarrar almas sin piedad, sin importarle qué o quiénes les proporcionan refugio.
Así que, en cierto modo, su obra supondría un pequeño homenaje a su madre. Karen, la joven protagonista del filme, sería (desde una perspectiva un tanto abstracta) la encarnación de los valores y la personalidad que para él representaba la mujer que le dio la vida: alguien alegre, con capacidad plena de liderazgo y habilidad suficiente para manipular a su antojo. De hecho, ella intenta afrontar la pérdida de su hijo desvinculándose del resto de la gente y uniéndose a este grupo de «idiotas», amorales y ajenos a cualquier eco de responsabilidad.
A pesar de poseer tan preciadas cualidades, éstas se verían contrarrestadas por el castigo que el resto de sus amigos (sustantivo masculino, claro está) le infligirían por intentar destacar. En esta parte, sin duda, el cineasta trazaría una metáfora cargada de dolor, aludiendo sin pudor a su progenitor, al verdugo al que no le importa ejecutar a la víctima que intenta destacar.
La construcción y caracterización de Karen no sería más que un esbozo en comparación con las mujeres que protagonizarían sus historias posteriores. Con una clara tendencia hacia el dolor, el sacrificio, la humillación, que conforma una exploración profundamente emocional sobre el dolor humano.

domingo, 13 de febrero de 2011

CAPÍTULO 4: IDIOTEZ (1ª parte)

Tras un mes intenso, en el que enfrentamientos y discusiones no habían cesado, el proyecto llegaba a su fin. Segundo asalto materializado.

Thomas fue el primero en subirse al ring, y, desde luego, obtuvo la victoria sin ningún problema.

Le resultaba harto complicado equiparar su propuesta a la de su genial (en el más amplio sentido de la palabra) amigo: Si bien el enfoque de Thomas se basaba en destripar a la burguesía desde dentro, a través de los sentimientos ocultos e hirientes de una familia de clase alta; Lars optó por dirigir su mirada hacia los estragos que esa jerarquización había provocado en la sociedad, a la que se le había inyectado grandes dosis de analfabetismo y estupidez. 





El nihilismo que pululaba en el ambiente necesitaba erradicarse. No concebía la acritud de una civilización empeñada en ensalzar valores que fomentaban la irresponsabilidad y el empobrecimiento espiritual de los ciudadanos.
Puede que aquel experimento resultase radical, tanto en la estética, como en el desarrollo de la historia y el trazo de sus personajes. Pero de lo que no cabía la menor duda era de su efectividad, pues Lars sabía que ningún espectador se mostraría imparcial tras el visionado de la película; y, por tanto, conduciría a reflexionar sobre  aquellas imágenes y diálogos, de las que resultaría difícil desprenderse. Para bien o para mal, pondría varias mentes a funcionar. 

Tal y como expresaron algunos expertos acerca del filme y su moraleja, "la fingida idiotez de los protagonistas es un medio de obtener múltiples ventajas sociales... Ya no se trata, efectivamente, de jóvenes idealistas con ganas de emprender cambios en el mundo, sino de ciudadanos que se desenvuelven con total descaro en los límites impuestos por un nuevo orden caracterizado por la ordinariez". 

No obstante, todavía quedaban muchos aspectos que analizar. Especialmente en lo que a la protagonista femenina se refería, pues la construcción de este personaje no tardaría en convertirse en una pilar fundamental dentro de las historias que narraría años más tarde.







domingo, 6 de febrero de 2011

CAPÍTULO 3: REPERCUSIÓN

Días después de la creación de aquel manifiesto, la polémica se había desatado. La gente no aceptaba los nuevos cánones que dictaminaban la nueva (y urgente) revolución de la industria audiovisual. 

Lars no comprendía qué mal podía causar porque, de hecho, sólo lo había creado para fomentar el pensamiento y reflexión, para criticar la conducta de una sociedad carente de valores, encaminada al desastre (físico e intelectual). Entre crítica y crítica, decidió ir a casa de su cómplice, cuyas palabras le podrían animar y, así, hacer frente a este asunto, turbio por momentos. 

Mientras cavilaba sobre ello, de repente, lo vio. Allí estaba. Stellan, uno de los jefes de departamento de la escuela de cine donde Lars estudiaba. A Stellan nunca le había supuesto un problema opinar sobre el trabajo de sus alumnos, entendiendo que "opinar" adquiría forma de crítica (más cercana, eso sí, al insulto gratuito que a la constructiva). De modo que, sin que nadie lo remediara, el mandamás detuvo a Lars.

- Lo que habéis hecho es inconcebible. ¿Creéis, de veras, que esas absurdas normas van a funcionar? No podéis prohibir tantos detalles, tantas elementos imprescindibles para el buen funcionamiento de un filme. Si el cine es arte, y el arte es poder expresarse como se desee, no puedes imponer tus tonterías. Además, encuentro algunas contradicciones que se generan en este decálogo.Por ejemplo, cuando defines  las "acciones superficiales", prohíbes las armas y asesinatos pero no el sexo explícito. ¡Ah! También me parece curioso el artículo sobre la linealidad temporal de la película, pues se rompe al montar los distintos planos... 

- ¿No te das cuenta de que por primera vez, no importa quién es el que hace las película? Debemos ponerles uniformes a nuestras películas, porque el cine individualista será por definición decadente- afirmó rotundamente Lars, sin estupor alguno. Y sin más, se puso a caminar, sin terminar de escuchar la verborrea incesante (y dicho sea de paso, pedante) de Stellan. 

Sin embargo, tiempo después esa misma conversación regresaría a su mente, para recordarle lo que pudo (y debió) ser.