domingo, 27 de febrero de 2011

CAPÍTULO 6: POLICÍAS


Mucho antes de que todo su mundo se viera trastocado (tras la aparición del Manifiesto y los rodajes impregnados por sus normas), Lars había creado un universo único y complejo, raro a la vez que fascinante, con otra de sus obras.
Era octubre, e imperaba un frío desgarrador, como si la ciudad se encontrara sumergida en el más duro invierno polar. El peor de aquel 1984, anunciaban los medios. Lars estaba en casa, y no tenía ninguna pretensión de salir al exterior. Terminado “El Anticristo”, y sin nada que pudiera ver en vídeo, decidió encender la televisión. Sabía que no encontraría nada que mereciese un segundo de su tiempo, pero necesitaba despejar la mente.
Programas culinarios, informativos indigestos que se repetían hasta la saciedad, insustanciales películas sobre policías que resolvían casos imposibles… La verdad era que no le sorprendía, pues sus expectativas no sobrepasaban la línea de la mediocridad. Se decantó, empero, por la última opción. Ver a “astutos” detectives investigando estupideces le relajaba.
Al cabo de un rato, algo le sobresaltó. Una chispa, algo se encendió. ¿Y si escribía sobre eso? Es decir, plasmar la historia de un policía que trata de llegar al final de un caso difícil. Podía ser un reto, pero le fascinaba la idea. Podría darle un nuevo enfoque a esas aburridas y archiconocidas tramas.
Días después, ya tenía el argumento: Giraría en torno a un detective retirado que se involucra en un caso de asesinato sin resolver, cuyo expediente se encontraría en casa de alguien a quien el protagonista admira. Sin embargo, esa persona intentaría convencerle de que el desaparecido está muerto. La premisa, en principio algo tópica, cobraría interés conforme se desarrollaba la historia, pues incluiría personajes más elaborados; acompañado de un guión sólido, que transmitiese inquietud, asfixia.
Aunque, sin duda, aquello por lo que sobresaldría sería la forma de narrar, de introducir al espectador en una Europa oscura, violenta; efecto logrado gracias a planos en color sepia, junto con otros más oscuros, con la que se obtendría esa visión apocalíptica que Lars pretendía mostrar.
También recurriría a numerosos planos cenitales, que dotarían a los personajes de un mayor peso dramático en el desarrollo; o a la inserción de efectos de sala para, así, conseguir mayor dramatismo. Otra técnica con la que conseguiría impregnar al filme de belleza  (y la aclamación de la crítica) serían los cortes entre planos “basados en elecciones sesudas y originales, como el coche de juguete pasa a ser el coche del policía, o el fuego de la foto pasa a ser el de la cacerola”.
Resultaba curioso, pues ésa película, que lograba transmitir un desasosiego y desequilibrio absoluto, mezclado con tintes políticos y crítica social; no era más que el primer largometraje de nuestro protagonista. Sí, ya con este film, Lars apuntaba a lo más alto, tanto estética como narrativamente hablando.

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