domingo, 24 de abril de 2011

CAPÍTULO 23: SELMA

La locura de Bess había inspirado a Lars para crear a otro personaje de similares características. Con el Manifiesto Dogma pululando en el aire, nuestro protagonista había trazado a Karen, una mujer que, tras sufrir el dolor por la pérdida de su hijo, decide unirse a un grupo que se hace llamar a sí mismos “Los Idiotas”. 


Sin embargo, Karen no supondría más que una transición hacia la mujer que marca el límite entre las distintas épocas del danés. 

La historia que acogería a esa alma bondadosa tendría lugar en EEUU (hacia la que dirige la crítica más dura). La música sería un gran valor, y adquiriría tanto protagonismo como el personaje principal. El proceso de preparación sería lento, los contratiempos jugarían un papel destacado y el rodaje no estaría exento de fuertes discusiones. 


Lo único que estaba claro es que éste personaje (al igual que los dos anteriores) constituían paradigmas del sufrimiento y la bondad, la representación de la podredumbre de una sociedad hipócrita, deshumanizada y materialista.

CAPÍTULO 22: EN BUSCA DE LA TRAGEDIA

Inaudito. Era la primera vez que una película de Lars había conseguido conectar con tantísimas almas. Es cierto que siempre recibía ovaciones (acompañadas de abucheos, eso sí) por parte de la crítica y público. Pero en esta ocasión la unanimidad había sido casi absoluta. 


La historia de amor y sacrificio que planteaba “Rompiendo las olas” era, por encima de todo, real y humana. Quizá ese factor naturalista había sido el determinante para que se lograra el definitivo consenso. O puede que el personaje de Bess, a través de su ternura y un punto enfermizo, fuera el elemento con el que el espectador alcanzase la empatía y se viera reflejado en ella. 


Sea como fuere, resultaba curioso que su historia más romántica fuera la más aplaudida, hecho que se demostró con el Gran Premio del Jurado en el certamen (el primero de una gran recolecta de reconocimientos). Fue entonces cuando se planteó la posibilidad de realizar otra Trilogía, tal y como había hecho unos años atrás con su visión de Europa (plasmada en los filmes El Elemento del crimen, Epidemic y Europa). Esta vez se centraría en la figura femenina como motor, como centro. Pero esos personajes principales no serían meras marionetas. Compartirían una virtud y un contexto que les obliga a ponerla a prueba: El amor y el sacrificio, como el que mostraba Bess, serían expuestos de nuevo. Desde distintos ángulos, pero manteniendo esa esencia de bondad.



domingo, 17 de abril de 2011

CAPÍTULO 21: ROMPIENDO LAS FRONTERAS


El rodaje ya había finalizado. Pero la alegría venía por partida doble, pues el Festival de Cannes había acogido el filme, y eso suponía el lanzamiento de la obra de forma internacional. Todos lo celebraban. Desde Emily hasta Thomas, quien le había ayudado a sacar el proyecto hacia delante. 

Además de todo ello, Lars había quedado satisfecho con el resultado. Había empleado técnicas nuevas y mejorado otras. De lo que no cabía la menor duda era de que no estaba dispuesto a repetirse. De esta película, que finalmente titularía Rompiendo las olas, destacaba los tres planos en los que la protagonista mira a la cámara, pues de esta forma lograría traspasar las líneas entre relato y espectador (con el que, además, se consigue una mayor empatía). En ese sentido, nuestro protagonista agradecía a Emily su frescura, su naturalidad, pues en cada escena aportaba grandes dosis de realidad y carisma a su personaje. De hecho, en el montaje decidió utilizar la última de las tomas (las más ricas en matices).


También le debía mucho a Per Kirkeby, artista y amigo que diseñó las imágenes con las que se daba comienzo a los capítulos de la película (que, por otro lado, se convertían en otra de las mejores bazas del filme). El estilo romántico, difícil de conseguir (o, al menos, bajo las exigencias del director) impregnaba de amor y color a la historia, junto con una banda sonora acorde con cada pintura.

Con toda esa mezcla de elementos, Lars se jugaba todo en el Festival, en el que ya había sido reconocido anteriormente. No obstante, la temática que trataba en esta ocasión era diferente, y eso podía jugar en su contra. ¿Qué veredicto obtendría con su particular visión del amor y sus consecuencias?



CAPÍTULO 20: EL (PRIMER) MILAGRO

Emily. Si los ángeles pudiesen adoptar la forma de un humano, probablemente la encarnación hubiera tenido lugar en el cuerpo de ella. O, al menos eso pensó Lars tras ver el rostro de aquella muchacha, que destilaba bondad en cada uno de sus gestos.

Bess, el personaje que encarnaría, era una mujer débil, sin otra aspiración en la vida que la de encontrar el amor; un amor puro, que derribase todos los muros que se pusieran por delante. Cuando por fin lo encuentra, se percata de lo qué es realmente la vida, de la razón de su existencia. Sin embargo, no todo se desarrolla de forma tan armoniosa. El destino, travieso en ocasiones, decide poner a prueba los sentimientos de la joven, llevarlos al extremo. Lo que no parece sospechar es que esa aparente inocencia que rodea a la joven desaparece y se transforma en valentía, capaz de arriesgar cualquier cosa por aquello que ama. 



Aunque no tenía título para la obra, nuestro protagonista sí parecía tener claro el rumbo que tomaría su protagonista (final incluido). Y para que ello pudiera realizarse, era necesaria la intervención de ese milagro descalzo y sin artificios que se había presentado a la audición.

-¿Cuál es tu nombre?- preguntó interesado.
-Emily- respondió la joven, con la mirada firme y una sonrisa que atrapaba al instante.
-¿Qué experiencia tienes tras las cámaras?
-Si he de ser sincera, ninguna. Sólo he interpretado pequeños papeles en obras de teatro. Nada importante.
Esa respuesta dejó sin palabras a Lars. ¿Cómo podía esa muchacha no tener experiencia alguna, pero, no obstante, dejar prendado con sus intensos ojos azules, sin necesidad de nada más? 
No sabía cómo explicarlo, pero ese rostro, esa pose tenía algo de Jesucristo que le atraía.
- Muy bien, Emily. Demuéstranos a qué eres capaz de renunciar por amor.

Con esta premisa, Lars pareció invitar a esa prometedora actriz a sacar sus mejores armas. Su  olfato no le había fallado. Allí había talento. Y mucho, además.




domingo, 10 de abril de 2011

CAPÍTULO 19: EMILY

Tras el fin de la serie, y antes de empezar a coquetear con el Dogma, Lars se dispuso a escribir un guión. Una historia que trataría sobre el amor extremo, los sentimientos más puros de un alma inocente y la locura a la que ello puede conducir al ser humano.

Pero, ¿qué podría tener de original? Se habían filmado miles de historias de amor a lo largo de las décadas, y muchas se parecían entre sí. Pero él no quería eso. Su deseo era rodar un romance, sufrido, complicado, imposible.

Necesitaba inspiración. Sabía qué personaje encarnaría a su personaje principal, por lo que decidió hacer audiciones. Un ángel iba a aparecer, pero él no lo sabía...

CAPÍTULO 18: PARALELISMO


Había pasado mucho tiempo desde el final de El Reino. La melancolía no le había abandonado. Tampoco la sensación de vacío.

Poco había hecho desde entonces, y sus planes de futuro no auguraban nada bueno. Sin embargo, aunque el danés no lo sabía, todo cambiaría. La mejor época de su vida estaba más cerca de lo que él se imaginaba:

Por un lado, estaba a punto de embarcarse en uno de sus más aclamados proyectos (que tendría, a su vez, consecuencias que cambiarían su forma de entender el séptimo arte); y por otro, su amado Rigshospitalet sería reconocido por un reonocido autor.

Esto último llegaría años más tarde, cuando el escritor de ciencia-ficción por excelencia (cautivado por la originalidad y excentricidad de la serie de Lars) decidiera adaptar las peripecias del Doctor Helmer.  En efecto, Stephen King sería el encargado de crear al álter ego americano del médico en Hospital Kingdom. Hubo cambios, aunque es cierto que la serie mantuvo la esencia de terror e intriga que su predecesora:

Lewinston fue el lugar elegido para que transcurriera la trama; y el espacio, un molino de la Guerra Civil, en el que murieron muchos niños. De esta forma, la historia adquiriría un tono siniestro, siguiendo las directrices de su "padre adoptivo". De hecho, el sello Von Trier se disipaba conforme avanzaban los capítulos.


No ocurrió así con los personajes (al menos, con los principales). El señor King cambió el nombre de los dos protagonistas: el doctor Helmer pasó a llamarse Stigman, y Sigrid Drusse se convirtió en Eleanor Drusse. Su carisma, no obstante, seguía patente. Él, neurótico y antipático; ella, dulce e inquieta médium. Sus "aventuras" en el Hospital serían muy similares, pero las excentricidades se verían reducidas, dando paso a una atmósfera menos cómica que la original.

Sea como fuere, el único paralelismo que de verdad podría extraerse es que el éxito cosechado entre crítica y público fue el mismo. Los americanos que buscaban una serie diferente y transgresora, la encontraron. Y, además, le ofreció a Lars la oportunidad de lanzarse a la fama internacional de forma definitiva.

Aunque, años antes, muchos ya le conocerían por otro trabajo  más impactante y demoledor. Hubo quien afirmó que la rotundidad de esa obra vino dada por su represión sexual; otros, por su demencia.

domingo, 3 de abril de 2011

CAPÍTULO 17: R(esquicios) I(mborrables) P(asados)

La tragedia había invadido a Lars. No podía explicarse cómo había podido suceder, pero lo cierto era que la simultánea defunción de Ernst-Hugo Järegard y Kirsten Rolffes era un hecho.


No sólo suponía el fin de una serie (que marcaría un antes y un después en la vida y filmografía de Lars), sino que nuestro protagonista debía asumir que dos de los mejores actores que había podido dar Dinamarca (y, probablemente, el mundo) acabaran de marcharse. 

Ese viaje sin retorno, sin duda, era una catástrofe. Abatido, sin saber cómo afrontarlo, Lars debía encontrar la forma de salir adelante. Era obvio que la serie había dejado de existir. Esos dos grandes personajes no podían sustituirse por ningún otro actor. Aunque derrochara talento y se apreciara su experiencia, ninguno podría cubrir la labor de Ernst y Kirsten (cuyas interpretaciones guardaría nuestro protagonista en un rincón apartado, sin nada que les molestase y dañase el recuerdo).


No quería terminar así ese proyecto en el que tanto esfuerzo había depositado. Tenía que rendirles homenaje a esos compañeros (y amigos) de una u otra forma. Barajó la posibilidad de realizar una especie de precuela, en el que se aclarasen los orígenes de los dos personajes, y así, mantendría vivo el espíritu de ambos. 

Tiempo después, pensaría en una tercera entrega, en la que la desaparición de la señora Drusse fuese el eje central de la historia. No obstante, todo quedó en el aire; abandonado, olvidado.

Lars dejaría atrás el estilo que caracterizó a "El Reino" y su obra anterior para adentrarse en algo nuevo, diferente, que cambiaría el rumbo del (o mejor dicho, de "su") cine: El Dogma.

CAPÍTULO 16: RUIDO, CAMBIOS


"¡Pípipipipipi!", bramó el despertador, como cada mañana. Aunque era más temprano de lo habitual, había mucho que hacer; cosas que preparar y resolver. El cansancio, sin embargo, seguía presente, pues los nervios habían impedido que Lars se relajara (y mucho menos, soñase).

Las críticas ya estaban publicadas. Las audiencias, medidas. Y él, desecho.

De repente, el timbre sonó de manera muy escandalosa. No sabía qué le pasaba, pero esa mañana el sobresalto aparecía por doquier (sin motivo, en ocasiones). El causante de su perturbación momentánea subía las escaleras. Era Thomas, con la prensa bajo el brazo y una gran sonrisa en la cara que delataba sus intenciones. Como un enfermo que ansía que le inyecten un calmante para aplacar el dolor, Lars le arrancó uno de los periódicos. 

No salía de su asombro. Lo había vuelto a conseguir. Aunque la sorpresa había sido mucho menor entre el público, lo cierto era que estaba muy lejos de la decepción. Asimismo, la crítica tuvo que esconder sus afilados colmillos, y rendirse (en cierto modo) ante esa nueva entrega del peculiar Rigshospitalet


El camino, no obstante, había resultado muy complicado. Para empezar, la trama se había vuelto más compleja, pues no sabía muy bien cómo resolvería la historia. Contaba, eso sí, con un trazo de los personajes excelente, que no tendría más que repetir. Su pulso narrativo tampoco era nada desdeñable, pues los acontecimientos de ese extraño hospital estaban contados con gran estilo y empaque visual (algo que Thomas le remarcaba siempre). En ese sentido, la serie había conseguido un gran avance en el ritmo, pues gracias al manejo de múltiples elementos, Lars había dotado de una agilidad antes inexistente que le restaba, eso sí, profundidad a las historias (y los críticos, cómo no, lo señalaban como el mayor defecto de esta segunda temporada).

Por tanto, aunque la apuesta formal seguía vigente, el guión había caído en cierto esquematismo, que podía maquillarse con la siempre soberbia interpretación de los actores. Pero no importaba. La serie continuaba manteniendo el aroma a producto de calidad, alternativo. 

De hecho, tras la emisión de los 4 capítulos, Lars se animó. Decidió ponerse en marcha, dejar que la inspiración le revelase alguna brillante idea con la que continuar las aventuras del doctor Helmer y la señora Drusse. Pero algo iba a suceder. Algo que, desgraciadamente,  se escapaba a su control y pondría punto y final a la serie...