domingo, 3 de abril de 2011

CAPÍTULO 17: R(esquicios) I(mborrables) P(asados)

La tragedia había invadido a Lars. No podía explicarse cómo había podido suceder, pero lo cierto era que la simultánea defunción de Ernst-Hugo Järegard y Kirsten Rolffes era un hecho.


No sólo suponía el fin de una serie (que marcaría un antes y un después en la vida y filmografía de Lars), sino que nuestro protagonista debía asumir que dos de los mejores actores que había podido dar Dinamarca (y, probablemente, el mundo) acabaran de marcharse. 

Ese viaje sin retorno, sin duda, era una catástrofe. Abatido, sin saber cómo afrontarlo, Lars debía encontrar la forma de salir adelante. Era obvio que la serie había dejado de existir. Esos dos grandes personajes no podían sustituirse por ningún otro actor. Aunque derrochara talento y se apreciara su experiencia, ninguno podría cubrir la labor de Ernst y Kirsten (cuyas interpretaciones guardaría nuestro protagonista en un rincón apartado, sin nada que les molestase y dañase el recuerdo).


No quería terminar así ese proyecto en el que tanto esfuerzo había depositado. Tenía que rendirles homenaje a esos compañeros (y amigos) de una u otra forma. Barajó la posibilidad de realizar una especie de precuela, en el que se aclarasen los orígenes de los dos personajes, y así, mantendría vivo el espíritu de ambos. 

Tiempo después, pensaría en una tercera entrega, en la que la desaparición de la señora Drusse fuese el eje central de la historia. No obstante, todo quedó en el aire; abandonado, olvidado.

Lars dejaría atrás el estilo que caracterizó a "El Reino" y su obra anterior para adentrarse en algo nuevo, diferente, que cambiaría el rumbo del (o mejor dicho, de "su") cine: El Dogma.

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