domingo, 27 de marzo de 2011

CAPÍTULO 15: REINADO (2)


El “Reino” de Lars en la pequeña pantalla se había consagrado. La temporada (corta, eso sí) había estado repleta de fantasía, su huella se había hecho patente en cada fotograma, especialmente en el uso del color amarillo (que recordaba a una de sus obras cumbre, El Elemento del Crimen). No cabía duda, ni nadie se planteaba discutirlo si quiera: la serie la había parido él.
Ese extraño universo había cautivado a miles de daneses, que no habían quedado satisfechos con esos cuatro episodios. Necesitaban saciarse. Pero no eran los únicos. Los críticos televisivos también pedían otra ración hospitalaria de la mano de Stig Helmer. Lars, sorprendido con el resultado (y las insistentes peticiones) decidió darles lo que le pedían. Aunque, en esos momentos, le resultaba difícil llevar a cabo el proyecto. Miles de problemas le aplacaban, y debía ponerlos en orden.
Así que, cuando volviese al "Reino", tendría que retomar la historia en el punto exacto donde la había dejado: la marcha del doctor Helmer a Haití. Debía mantener esa línea argumental que había conquistado a todo el mundo. Así lo haría. Lograría que no se notara el tiempo transcurrido. Ya tenía la idea de cómo rodar esa secuencia pululando en su retorcida cabeza.
¿Qué ocurriría? Nadie lo sabía. Se enfrentaba a un público feroz, dispuesto a destrozar si Lars caía en picado.
La suerte ya estaba echada.


sábado, 26 de marzo de 2011

CAPÍTULO 14: DAVID

La línea ya había sido cruzada. Y las críticas, recibidas. Pero, esta vez, la unanimidad (sorprendentemente, a favor) se colocó por encima de cualquier expectativa creada.
¿Qué había ocurrido? Es decir, ¿qué había pasado para que, esta vez, la crítica y el público se unieran en favor de Lars? La solución la encontró nuestro protagonista semanas antes de la creación de El Reino.



Después de estructurar la serie, el danés se preguntó de qué elementos debía constar su proyecto para que tuviera éxito. Nunca le había interesado lo más mínimo triunfar, ni llegar a un gran público; pero en esta ocasión se sintió extrañamente atraído hacia ello. Esto, claro, tenía un buen motivo: David Lynch. Él había obtenido uno de los mayores logros de su carrera con su serie Twin Peaks, y sin apenas esforzarse, con la única intención de conseguir dinero y poder alimentar a su familia. Si este director había logrado hacer esa maravilla sin ninguna pretensión de conseguirlo (y alcanzando su objetivo inicial), ¿qué le impedía hacerlo a él? Podía lograr esa combinación si se lo proponía.

Entonces, siguió su camino. Decidió encargarse de esos cuatro capítulos que, más adelante, se convertirían en un fenómeno social. Miles de fieles espectadores acudirían al televisor en busca de su ración del Doctor Helmer. Esa fascinación lograría que, tiempo después, rogasen la creación de otra temporada...

domingo, 20 de marzo de 2011

CAPÍTULO 13: REINADO



La serie ya era un hecho. Después de seducir a los productores de la cadena y escoger a los actores que darían vida al equipo médico del Rigshospitalet (Hospital El Reino), Lars se dispuso a grabar.
Al frente de los intérpretes se encontraba Ernst-Hugo Järegard, que se encargaría de poner rostro al doctor Stig Helmer, recién llegado al centro, y cuya presencia (marcada por un acentuado egocentrismo) incomoda a todos los trabajadores.

Junto a éste, Lars contaba con la presencia de la espléndida Kirsten Rolffes, cuyo álter ego (la señora Drusse), protagonizaría la trama paralela a la del doctor. Su personaje, una espiritista sin experiencia, consigue “contactar” con el fantasma de una niña (que actuará como guía para resolver el misterio que le envuelve).
Esta mezcla de géneros conseguiría atraer a un público más bien heterogéneo: por un lado, la serie gustaría a los amantes del terror, que atraparía gracias a la señora Drusse; y por otro, aquellos que gozasen de un humor más negro, encontrarían su sitio a través de las peculiares situaciones en las que se vería envuelto el doctor Helmer. Sin olvidar, claro está, a los que se les gana con una historia plagada de surrealismo y (¿por qué no decirlo?) entornos absurdos (fiel reflejo de lo que para él significaban todas esas series de hospitales).
De momento, deberían esperar a la reacción (tanto de crítica como de público) ante el episodio piloto. Aunque, sinceramente, poco le importaba a Lars. Él ya había cumplido su función.

CAPÍTULO 12: MATASANOS

Después de todo el esfuerzo que le había supuesto “Europa” (tanto en su creación como en su presentación), Lars decidió que había llegado el momento de trabajar en algo diferente. No sabía muy bien en qué, pero lo cierto era que muchas ideas se agolpaban en su cabeza.
Había barajado la posibilidad de realizar un cortometraje protagonizado por un personaje arisco e insoportable, pero que a su vez fuese brillante. En un primer momento, pasó por su cabeza que el protagonista perfecto se encarnaría en un crítico cinematográfico, arrogante, con una vida vacía. El absurdo también podría ser un elemento de gran valor y aparecer en sus mordaces diálogos. Claro que no deseaba caer en lo obvio, ni resultar reiterativo…
Tras varios días de reflexión, en los que había llenado folios enteros con argumentos, tramas y personajes distintos, vio la luz (ésa que le aparecía de vez en cuando para indicarle que había tomado el camino adecuado). Podía partir de algo que resultase sencillo a primera vista, pero que si se prestaba toda la atención, podía dirigirse hacia algo más particular. Aunque para poder realizar aquello, su idea inicial debía desecharse.
Trazar la personalidad de un crítico cinematográfico podría dar la sensación de que Lars buscaba venganza por alguna columna hiriente dedicada a él, lo que distaba bastante de la realidad. Entonces, ¿a quién utilizaría como hilo conductor de su historia? La respuesta la halló en el lugar más insospechado: una guía televisiva. Nuestro protagonista se había percatado del auge de las series encabezadas por médicos y cirujanos, todas con un punto en común: la deidad de esos matasanos, que se veía empañada por sus (¡oh!) sentimientos, los cuales les conducían a plantearse el trato con los pacientes y a cuestionarse su “propia realidad” (como si de un ensayo existencialista se tratara).

Ya lo tenía. El protagonista sería un cirujano, pero no uno cualquiera. Se trataría de un genio de la medicina, con un trastorno importante de personalidad. Además, ambientaría el corto en un hospital siniestro, donde pudieran tener cabida pinceladas de terror psicológico (que aumentasen la locura del personaje principal). De repente, todo empezaba a tener un sentido (al menos, para Lars), y fue entonces cuando, de esa mezcolanza brotó algo más: el cortometraje podría transformarse en un capítulo, y éste tener varias continuaciones.
Sí. Estaba decido. Acababa de nacer la primera serie de Lars (algo inaudito, dada su animadversión hacia el género televisivo). Pero, si se lo proponía, podría lograr algo fantástico y original. Muy original.

domingo, 13 de marzo de 2011

CAPÍTULO 11: ZENTROPA

La rutina llegaba otra vez, tras el estreno de Europa. A favor, en contra; amada, repudiada. Pero nunca indiferente.

Lo que sí variaba era la gran expectación con la que se había esperado su obra. Con sólo dos películas y un par de cortometrajes a sus espaldas, nuestro protagonista se había convertido en todo un fenómeno de festivales y certámenes cinematográficos.

La fama. ¿Cómo podía haberle sucedido? Es decir, ¿cómo podía haberle alcanzado a él? No sabía cómo la afrontaría, pero desde luego, tendría que encontrar algún modo de canalizarla. No tenía que dejarse llevar, ni que afectase a su trabajo. Quería mantener esos pilares con los que había sostenido sus trabajos, con los que había conseguido una coherencia estética y argumental. Muchos cineastas a los que admiraba habían pisoteado sus ideales, echado por la borda sus logros.

Sin embargo, tras meditarlo mucho tiempo, la fama sí podría resultar útil. Si lograba ese objetivo, podría plantearse dar a conocer a otros jóvenes directores con talento que, debido a sus escasos recursos, no podrían dar el salto que les daría el reconocimiento que se merecen. De ese modo, ofrecería una oportunidad a aquellos que quisieran narrar su propia visión de la realidad, y, así, hacer reflexionar un poco sobre el entorno que rodea al ser humano.

Así, esas películas pequeñas, poco conocidas y con escasa reprcusión, podrían  enfundarse el traje de "David" y derrotar a las superproducciones de carácter "Goliat".

CAPÍTULO 10: EUROPA


Después de varios meses, en los que había estado colaborando con amigos, y embarcado en otros desvinculados con el cine, Lars decidió que ya era el momento de acabar con su proyecto. La trilogía que había planeado debía culminar. Pero, ¿cómo empezar una obra que debía ser la más importante de las tres, sin caer en la repetición?
Le resultaba complicado plasmar nuevas ideas, pues los temas de sus antecesoras aparecían de forma constante. Entonces, pensó: “¿Cómo hablar de Europa, de su dolor, de sus raíces; sin dejar ningún cabo suelto?”. La respuesta apareció unos segundos después.
Las devastadoras consecuencias de la Segunda Guerra Mundial podían ser el punto de partida para la historia que nuestro protagonista tenía en mente. Las heridas sin cicatrizar de una sociedad que tardaría años en curarse (y volver a la normalidad) era el contexto para ubicar a su personaje principal: En 1945, Leo Kassler, un ingenuo estadounidense, viaja hasta Alemania para prestar ayuda a su tío, que trabaja en una compañía de ferrocarriles llamada Zentropa. Pero su bondad pronto se verá empañada por la corrupción y las constantes decepciones (acentuadas en un gran desengaño amoroso).
El blanco y negro impregnaría varios fotogramas de la película, dotándola de un mayor dramatismo y dolor. Este sentimiento se vería reflejado en varios planos cerrados, sobre todo en el que la lluvia acompaña al protagonista; o en varios primeros planos, en los que Leo se encuentra en la fábrica, intentando comprender la agria actitud de su tío hacia él.


El color también aparecía para iluminar las escenas, para dar vida a sus personajes. Este es el caso de la relación que surge entre Leo y la chica de la que se enamora, pues así se lograría una narración acorde con los sentimientos que cada escena desease transmitir.
La reflexión a la que Lars invitaba era muy sencilla: ¿Qué hacer en un lugar tan devastado a la par que desolador, en el que la esperanza brilla por su ausencia? Pues, como respuesta y, quizás, de un modo extremo; el joven, que se percata de que no hay solución posible, de que la crueldad del ser humano es inmutable y que la hecatombe está cada vez más cerca, decide optar por la solución más acorde a la situación, y convertirse en un monstruo.
Esa moraleja, con la que el cineasta danés quería persuadir a su público, se devendría certera; aunque muchos la atacarían, tacharían de exageración y despropósito. Pero no importaba. Tarde o temprano, pensó Lars, esa verdad saldría a la luz, y cuanto antes estuvieran concienciados, menos daño causaría el golpe.
Si hay algo de lo que no quepa la menor duda, es que esta obra no tendría comparación al futuro movimiento Dogma; cuyos mandamientos no se verían reflejados, en modo alguno, en el filme. Pero lo que sí se puede afirmar es que, a pesar de todo, estas dos épocas están marcadas por algo: el sello Von Trier.

domingo, 6 de marzo de 2011

CAPÍTULO 9: UDO


La controversia se había desatado. Después de la proyección de “Epidemic”, crítica y público había vuelto a dividirse. Lo que unos consideraban sublime, otros lo tomaban como una broma de mal gusto. Pero, dejando a un lado la polémica, lo cierto era que el proyecto había dependido de muchos factores: desde el productor que había hecho posible la distribución, hasta el diseñador gráfico, sin olvidar la labor de los actores.

Sin duda estos últimos eran los máximos contribuyentes, pues además de prestarse a interpretar cualquier personaje (por complejo que resultase), lo hacían sin afán de lucro. Udo Kier era uno de ellos. Lars y él se conocieron meses antes de rodar “Epidemic”, en la cafetería situada delante de la universidad. El cineasta iba repartiendo carteles que indicaban el día y la hora para las audiciones de la película; así que decidió dejar unos cuantos allí. 

Por su parte, Udo acababa de salir de trabajar, por lo que entró en la cafetería para despejar su ajetreada mente. En cuanto vio a aquel joven repartiendo papeles, no dudó en acercarse a observar de qué se trataba. De forma casi instantánea, ambos comenzaron a charlar sobre la trama, sus objetivos, diálogos y traumas. Sin saber cómo, esa aparente conexión (que más tarde se revelaría certera) consiguió que Udo participase en el filme, lo que acabó constituyendo un eje fundamental para el excelente resultado final.

Desde entonces, Udo se convertiría en un personaje asiduo en las historias de Lars. Protagonista o figurante, siempre estaría presente en la obra de su amigo, sin importarle las circunstancias que rodeasen a Lars, sin otro ánimo que el de evolucionar a nivel personal.

viernes, 4 de marzo de 2011

CAPÍTULO 8: EPIDEMIA

Desde hacía unos días, Lars había estado reflexionando sobre su futuro. Incierto, sin rumbo y carente de significado. Tras su anterior trabajo, ningún proyecto había captado la esencia de lo que realmente quería transmitir, de las emociones que deseaba compartir con el resto de la humanidad a través de sus imágenes.
Los cimientos de Europa se encontraban derruidos física y emocionalmente, lo que conduciría a un progresivo declive que (más temprano que tarde) acabaría destruyendo cualquier atisbo de raciocinio. Sí, esa era la idea base, la que, en cierto modo, había empleado para la elaboración de “El elemento del crimen”. No obstante, no se sentía satisfecho. Necesitaba narrar de otra forma esa putrefacción que consumía al continente, abocado al desastre material y a la hecatombe intelectual.


Entonces, surgió. ¿Por qué no plasmar aquello en una tres películas? Era la manera perfecta de poder hacer realidad su deseo. Tendría una extensión más que suficiente y, además, contaba ya con la introducción (su trabajo anterior, "El elemento del crimen").
En esta ocasión, decidió que Niels (fiel amigo y compañero de clase) y él mismo protagonizasen la historia, en la que encaranarían a dos directores de cine, encargados de escribir el guión de una película sobre una epidemia que destruirá el mundo. A partir de esta premisa, Lars construyó dos realidades  paralelas: por un lado, la verídica, en la que se observa cómo los guionistas elaborarían la historia; y por otro, la ficticia, donde los personajes del libreto cobrarían vida. Así, nuestro protagonista podría demostrar que cine y realidad han de ir acompasados, pues su objetivo no es otro que modificar la conducta del espectador, y para ello, es necesaria la combinación de ambos elementos. No es posible reflexionar a través de imágenes si éstas no evocan ni aluden a una realidad que envuelve todo lo que rodea al ser humano; si no captan las emociones ni sentimientos que despiertan determinados comportamientos en el individuo. 
Para lograr mayor impacto, el cineasta danés acudiría, de nuevo, a un estilo de narración en el que insertaría planos contrapuestos, acompañados de inquietantes primeros planos. Ese desasosiego también se lograría gracias al uso del blanco y negro en todas y cada una de las secuencias de la obra; acompañadas de una banda sonora escalofriante, especialmente la pista "Epidemic We All Fall Down"  fiel reflejo del derribamiento de la humanidad a golpe de violentos gritos y una letra enfermiza.
Sí, esto suponía otro paso en la vida de Lars y, cómo no, en su manera de hacer cine. Pero todavía faltaba por llegar la última entrega de esta trilogía europea, la que confirmaría que algo destruía el alma del continente paulatinamente, y había que erradicarlo. O, al menos, así debía llevarse a cabo desde el particular prisma de nuestro protagonista.