domingo, 29 de mayo de 2011

CAPÍTULO 32: TÓCALA OTRA VEZ, LARS


Su experimento había salido bien. Esa particular forma de ver América había calado hondo entre la crítica y el público más difícil. Su arriesgada puesta en escena constituía la mayor parte de los aplausos y alabanzas recibidas; pues gracias a su guión sólido, Lars conducía de forma magnífica su crítica hacia esa sociedad, sin necesidad de escenarios. 

Sin embargo, después de ese rodaje tan intenso (donde los sentimientos más indeseables habían florecido), nuestro protagonista había decidido dejar las cámaras por un tiempo. Necesitaba despejarse, dedicar su tiempo libre a escribir, retomar proyectos olvidados. 



Su amigo Thomas, cuyo apoyo había sido fundamental durante el rodaje de Dogville, buscaba alguna idea para su nuevo largometraje, y lo cierto era que el film de su compañero danés le había inspirado. Al igual que Lars, intentaba denunciar la falta de valores en la sociedad norteamericana, aunque no sabía muy bien hacia dónde dirigir su mirada.

Lars sí lo tenía claro: si en su reciente trabajo había aludido a una grave carencia de sentimientos y un gran derroche de egoísmo por parte de personas adultas en la América de los años 50, ahora era el momento de reflexionar cómo se desenvolverían unos adolescentes décadas después. 

- Pero- preguntó Thomas a Lars- ¿cuál sería el determinante del conflicto?
- Sencillo. No tenemos más que basarnos en su política y leyes de protección. Michael Moore y, sobre todo,  Gus Van Sant nos lo han mostrado recientemente. 

Elephant había ganado el Festival de Cannes. También había captado la esencia de la decadencia moral, encarnada en púberes de todas las edades, razas y culturas, demostrando que esa educación a la que eran sometidos les había sido inyectada a todos sin distinción.

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